Ernest Hemingway dijo de Madrid que era la capital del mundo. En ella encontró romances, aventuras, largas noches, grandilocuentes cócteles y la mejor cocina. Las huellas del genial Nobel americano siguen impresas en las calles de esta ciudad anhelante de grandes literatos que escriban sobre sus fascinantes andanzas. Recorremos esos lugares impregnados con el aroma inconfundible del corresponsal de guerra más legendario.
El primer encuentro de Hemingway con Madrid
Más allá de la arena de Las Ventas donde saciaba su pasión taurina, Hemingway se perdía por Madrid en busca de un Clarete de Valdepeñas, un buen Jerez o las especialidades culinarias más autóctonas.
La primera vez siempre suele ser la que más recuerdos deja en nuestra mente y en el caso de Hem la intensidad de este primer encuentro aún perdura. Hemingway llegó a Madrid en 1923 siendo ya un reconocido aventurero y un genial reportero de guerra. Aún no poseía riqueza pero sí ingenio. La habitación 7 de la Pensión Aguilar alojó al escritor y de allí salió con su primera novela Fiesta. Todo un compendio de la cultura española y la idiosincrasia madrileña que le cautivó.
Entre 1923 y 1926 se alojó con frecuencia en la misma habitación. Actualmente este lugar ha pasado a llamarse Hostal Aguilar y evidentemente siguen manteniendo la habitación 7 tal y como le gustaba a Hemingway. Corrían entonces los tiempos de la dictadura de Primo de Rivera y se percibía en el ambiente un descontento soñador y rebelde que embrujó al joven Ernest.
En 1931 regresó a Madrid durmiendo en el Hotel Biarritz aunque su estancia más recordada se produjo como corresponsal de la guerra civil española. Muy cerca del Flat Sweet Home Gran Vía, Hemingway se alojaba en el Hotel Florida, actualmente un imponente centro comercial en la Plaza de Callao.
Cócteles, amor y pólvora
Allí vivió el sitio a la ciudad, paseó junto a Alberti por el Museo del Prado admirando la destreza del gobierno republicano al salvaguardar las obras maestras que custodia el museo y se enamoró de Martha Gellhorn. Bebedora, corrresponsal y aventura como él, solían remontar juntos la Gran Via esquivando obuses para deleitarse con la maestría coctelera de Pedro Chicote.
El legendario Museo Chicote fraguó su leyenda durante la guerra abriendo sus puertas a actores como Errol Flynn, corresponsales de guerra, poetas y oficiales. El carismático dueño del Bar Chicote preparaba unos Papa Doble, el cóctel favorito de Hem que aún se puede degustar en este lugar icónico de Madrid. Fue creado pensando en que el escritor pudiera disfrutar de la coctelería sin temor a una diabetes imaginaria, sustituyendo al azúcar con lícor marraschino. Cuando salía del Chicote se llevaba las creaciones del bar consigo en un termo de un litro.
Otro lugar donde Hemingway se evadía de los bombardeos de la guerra era en el lujoso Hotel Palace donde disfrutaba del buen oficio de sus bartenders, tal como dejó reseñado en su libro Fiesta. Un punto de la ruta por el Madrid de Hemingway que casi coincide con la ubicación del lujoso Flat Sweet Home Santa Ana Apartment. Este espectacular apartamento hubiera hecho las delicias de Ernest Hemingway con sus vistas a la Plaza de Santa Ana.
Un foodie llamado Ernest Hemingway
En aquella época también se dejaba caer por el exclusivo Hotel Gaylord, un lugar tan fastuoso que en ¿Por quién doblan las campanas? su protagonista comenta que “es demasiado lujoso para tratarse de una ciudad sitiada.”
Nuestra siguiente parada por el universo madrileño de Hemingway es asimismo una institución en los fogones de la ciudad y según el Libro Récord de los Guiness el restaurante más longevo del mundo. En él, Hemingway saciaba su apetito foodie con el mejor cordero de la ciudad y el cochinillo que el propio Emilio Botín le cocinaba después de la guerra.
En los años 50 siguió visitando Madrid con frecuencia junto a su mujer Mary. Los platos que le fascinaban en ese momento eran las aceitunas aliñadas con ajo, el estofado de conejo, el pulpo y la paella de La Pepica, un restaurante ya desaparecido en el tiempo. Botín trató de enseñarle a cocinarla pero el escritor prefirió no profanar una receta que le apasionaba.
Uno de sus lugares favoritos de entonces era El Callejón, en la Calle de la Ternera. En un artículo para Time confesó que tenía la mejor comida de la ciudad. Un lugar idóneo donde acentuar su pasión por el clarete de Valdepeñas que servían junto a sus sabrosos platos en el Barrio de Las Letras. No muy lejos de este bar se encontraba otro enclave donde Hemingway pasaba tardes disfrutando de un buen brandy y tapas. Ese sitio se llamaba La Venencia y fue durante años un punto clave de la restauración tradicional en la calle Echegaray. En la Calle del Príncipe se encontraba el Bar Álvarez en el que degustaba unas gambas frescas y una buena cerveza.
Un sorbo de Madrid al estilo Hemingway
Al margen de su pasión por la comida, la bebida era toda una forma de vida para el Nobel americano. Un recorrido por el Madrid de Hemingway no sería completo sin las cantinas y tabernas donde departía con turistas y madrileños sobre los placeres de la vida. La Cervecería Alemana ha sobrevivido al paso del tiempo y mantiene sus puertas abiertas a la bohemia Plaza de Santa Ana. En este templo de la cerveza, Hemingway disfrutaba de su pasión cervecera y dejaba pasar las horas de las tardes entre pintas y chatos, vasos bajos donde tradicionalmente se bebe vino.
Recientemente, se ha reinagurado un lugar secreto que hacía las delicias de Hemingway. El NH Suecia se encuentra tras el Círculo de Bellas Artes y allí se hospedaba Hem durante sus útlimas visitas a la ciudad. A partir de las 19 horas disfrutaba de las decenas de lujosas referencias que habitaban la barra. Allí aún se puede disfrutar de un Daikiri Hemingway, el Pappy Valiente y un guiño al ron que tanto amaba presente en el Old Fashioned XO o el Clover Club y en un local de inspiración clandestina en homenaje a su huésped más célebre.
Para finalizar esta ruta te recomendamos pasear por el Matadero en Legazpi. Este complejo dedicado en tiempos de Hemingway para el despiece y procesado de las reses es ahora un centro de arte contemporáneo donde degustar el arte, el cine o el teatro más atrevido de la ciudad. Por allí se veía con frecuencia a Hem viendo el proceso de despiece de las reses.
Madrid aún respira el aroma del gran escritor difuminado en las calles que tanto amó y en los bares en los que sintió la felicidad más radiante. Un sentimiento efímero que te será familiar cuando entres por primera vez en tu flamante Flat Sweet Home y comiences aventuras dignas de la mejor novela.